Sí, aquí puedes sentirte minero por un día; El Pueblito minero de Lota


La joya de la corona, la Piedra del Arca, el tesoro perdido, cualquier descripción se queda corta cuando se trata de sumergirse en la historia y, a pesar de que esto recién comienza, los de Fundación Procultura han comenzado con el pie derecho.

No suelo tomar muy en cuenta las notificaciones de mi celular, pero esta vez había algo diferente; quienes amamos la cultura y el patrimonio, esperábamos con ansias la noticia de la total (y exageradamente extensa) reapertura del antiguo circuito de Lota Sorprendente. Así que, ahí estaba la bendita notificación, por fin habemus circuitus.

En menos de lo que canta un gallo, había comprado la entrada, no para bajar al Chiflón del Diablo, esa antigua, lúgubre y tenebrosa mina de carbón de la cual escribió Baldomero Lillo, no, allá abajo he ido incontables veces en busca del cola eh flecha, y gracias al Pulento, nunca lo he encontrado. Esta vez quise ver cómo vivían los viejos mineros; que tan ciertas eran las historias de los pabellones lotinos, esas casas donde vivían las familias del carbón...sería cierto que en cada casa vivían como doce almas, sin baños, sin luz, y nada de lo que hoy conocemos!? tenía que verlo con mis propios eyes.

Para visitar cualquier parte del Circuito (El Parque de Los Cousiño, El Chiflón, el Pueblito y el Museo) lo primero que tenía que hacer era comprar la entrada por internet, era obvio que la cosa se actualizaría después de tanto Covid, así que luego de un par de clics y de la típica lucha con la Banca en Línea del patito, pude acceder a la entrada para el Pueblito Minero...ahhhh!, como lotino me lo merezco, así que me hice de la mas barateli, justificando que soy nacido y criado en este negro pedazo de tierra llamado Lota.

Domingo, a las 10:30 de la mañana, en el primer tour, ya estaba ahí afuera, con mi cámara en mano. 

Me recibió un amable guardia, ana amable chica en la garita de entrada y un amable señor que me permitió guardar mi bicicleta por ahí. Al cabo de unos minutos ya se formaban grupos para bajar por el Pique de don Sata, ahí estaban, dándole una pequeña pero eficiente charla de seguridad y poniéndoles los implementos de seguridad; el casco con esa típica y moderna luz, que en otro tiempo consistía en una lámpara de aceite.



Llego al final del pasillo, a mis pies pequeñas vias de trocha angosta, aunque no alcancé a sacar mi nivel topográfico ni mis instrumentos de medición, no hay que ser muy vivo pa darse cuenta de que estos rieles son mas viejos que la cocoa y que ya aparecen en fotos del siglo XIX. 

Luego de desviarme bruscamente a la derecha, salgo a un amplio patio; a esta hora el sol pega directo frente a unos carros antiguos que hay, que eran parte del primer metro de Chile, es decir, del tren eléctrico que llevaba a los mineros hasta sus frentes de trabajo. Al fondo, una antigua pulperia rodeada de los añejos pabellones, precursores de los que están hoy esparcidos por todo Lota.

El tour comienza guiado por los encargados; unos 20 minutos de relatos sobre esos edificios; reciclados del escenario de la Película Subterra, son la mas fiel representación de las ciudades del carbón durante la época de los Cousiño, la familia pulenta que levantó Lota y la inductria minera. El relato de quien guia es relajado y fácil de entender, sin datos innecesarios, directo al hueso; "las familias mineras eran numerosas, hasta 12 hijos en una pequeña habitación", confirmo, dije en voz baja; mi mamá tenía como 13 hermanos y mi papá como 9, así que le achuntaron medio a medio. 

Me acompaña una familia de unos 5 integrantes venidos desde Linares, muy informados y todo, hasta hicieron la tarea de estudiar sobre Lota y ver la película.



Ahí están los antiguos hornos comunitarios para hacer el pan minero, que aun venden en la feria de Lota Bajo y en varias otras partes. También estan ahí las bateas públicas donde las eñoras iban a cuchichear y/o a comadrear. Tenían que levantarse temprano y poner una señal en la batea y en el horno, según la guia del tour y según la sabiduría de mi mamita, que vivió parte de esos tiempos.

A la vuelta, es posible ingresar a una tiípica habitación minera; cero lujos, en comparación a las nuestras, pero bastante cómodas en relación a las casas de adobe y techo de paja en las cuales vivieron los primeros campesinos, alrededor de 1852. Hay una sensación de humedad en el ambiente, en los muebles, en la ropa, todo acompañado de una cierta nostalgia que te hace valorar tu cómodo colchón Rosen, tu lujosa taza del baño, tus tres o mas comidas al día y hasta tu cruel actual trabajo, es que, en comparación a esto que veo, estamos en el paraiso.



Los dueños de las minas se pegaron la cachá y se mandaron a construir la media city, un pueblo con todas las "comodidades" pabellones para retener a los trabajadores (no solo mineros), sino que también iglesias, teatros, parques etc, todo a la luz del oscuro carbón, oculto bajo el Golfo de Arauco.

El otro edificio, La Pulpería, está perfectamente recreada a la uzanza de la época, casi puedes ver a los antiguos vendedores acercándose al mesón. Todo muy limpio y ordenado, 10/10.



Tal vez, como recomendación, sería bueno incluir un sonido ambiente, así como ocurre en en Humberstone, parq hacer mas inmersiva la visita, y, soñando mas a lo grande, podrían construír mas edificios; Las Company Towns de la época contaban con Iglesias y teatros, las que bien podrían añadirse en el terreno aledaño hacia el sur.

La hora me alcanza, debo regresar a ver si aun está ahí mi bicicleta...